Trastorno por déficit de atención, ¿realidad o ficción?

Trastorno por déficit de atención, ¿realidad o ficción?

Muchos padres se encuentran ante un posible diagnóstico de TDAH con los miedos y dudas que ello implica. A esto se suma la gran controversia que hay actualmente sobre el tema. Todo el mundo  parece tener una opinión: profesores, familiares, amigos, otros padres, etc. Pero el TDAH es un trastorno del neurodesarrollo y son los profesionales quienes deben solucionar nuestras dudas.

A continuación vamos a ver algunas de las creencias que existen acerca del TDAH y si se trata de mitos o realidades:

El TDAH no existe realmente. El TDAH es un trastorno del neurodesarrollo de base neurobiológica. Existen factores genéticos de tipo hereditario, neuroquímicos y factores prenatales y perinatales que se relacionan con el desarrollo de TDAH.  No es algo que pueda decidir la sociedad.

Solo los niños muy activos pueden tener TDAH. El TDAH puede manifestarse de diferentes maneras, no sólo con una actividad excesiva. La realidad es que el TDAH afecta a diferentes aspectos del niño: el control de impulsos, la capacidad atencional, la valoración de las consecuencias y las recompensas, el control de tiempo, etc. Pero no todos los niños tienen por qué ser más activos de lo normal. Hay que tener en cuenta que existen diferentes subtipos (inatento, hiperactivo/impulsivo y mixto). Si nuestro hijo no atiende, se le olvidan las cosas, se distrae fácilmente, pierde los apuntes, se le olvida llevar los trabajos al colegio o traer los libros a casa; puede tener TDAH.

El TDAH es el resultado de una educación familiar sin límites. La familia tiene un efecto modulador en los niños, en todos los niños, con y sin TDAH. Es la familia, quien nos enseña las normas de conducta y nos pone límites. La familia tiene un papel muy importante en general y en el tratamiento de la conducta de los niños con TDAH más. Si sabemos cómo desenvolvernos con nuestro hijo con TDAH, estructurarle el ambiente, ponerle límites, ser pacientes, etc. le ayudaremos mucho. Pero la causa, nunca es la familia. La base es neurobiológica.

Ser movido, impulsivo, despistado, etc. es normal en los niños. La mayoría de los niños son activos por naturaleza, les gusta moverse, jugar, correr, saltar, etc. Pero son capaces de adecuarse a las situaciones, estar tranquilos cuando comen o durante las clases escolares, tal como hacen el resto de los niños de su edad. Obviamente hay niños más activos que otros y ello no implica que tengan TDAH. La diferencia está en si es desproporcionado y les está “pasando factura”: ¿les cuesta aprender?, ¿les lleva demasiado tiempo hacer los deberes?, ¿hay quejas constantes por su comportamiento? Un niño muy movido sin TDAH sigue siendo capaz de adaptarse a las circunstancias, pero el niño que sufre TDAH no es capaz de regular su comportamiento.

Cada vez hay más niños con TDAH. En cuanto los niños no rinden los derivan por TDAH. En un estudio reciente elaborado por C. Rivas-Juesas, J. González de Dios, M. Benac-Prefaci, et al., se observa que los niños nacidos en el segundo semestre del año son derivados más frecuentemente a neuropediatría. De ahí la necesidad de realizar una evaluación completa y tener en cuenta la edad exacta en meses y el curso escolar en que se encuentra el niño a la hora de realizar la evaluación y emitir el diagnóstico. Un comportamiento algo más inmaduro no es suficiente para realizar un diagnóstico de TDAH.

El TDAH sólo se da en niños. Se cura con la edad. El TDAH tiene su origen en la infancia y mejora con la edad a medida que el cerebro se desarrolla. Sin embargo, un porcentaje importante seguirá padeciendo TDAH en la vida adulta. Lo importante es aprender estrategias para poder desarrollar una vida adulta plena y satisfactoria. Aunque las cifras varían de unos estudios a otros, se habla de que el 80% de los niños con TDAH siguen siéndolo en la adolescencia y el 30% en la edad adulta.

La dieta puede solucionar la hiperactividad. Todos sabemos que si nuestro hijo se come un paquete de galletas de chocolate por la noche tardará cinco horas en dormirse. El azúcar activa el cerebro, pero no es la causa del TDAH, ni eliminarlo la solución.

Mi hijo tiene dislexia, no puede tener TDAH. Muchas veces nuestro hijo ya tiene un diagnóstico previo: dislexia, retraso de lenguaje, TEL, etc. y pensamos que si tiene una cosa no puede tener la otra. La realidad es que muchas veces, aunque no siempre, estos trastornos se dan de manera conjunta. A veces uno esconde al otro. Por eso es importante realizar una buena evaluación que nos permita identificar cuáles son realmente las dificultades de ese niño o niña y poder ajustar el tratamiento a lo que necesita.

El TDAH es un problema conductual. El TDAH afecta a muchas facetas de la vida del niño y de la familia. Afecta a su capacidad de prestar atención, de “escuchar”, de seguir instrucciones, incluso de seguir un discurso coherente. Ello afecta a su conducta. Pero es importante tener claro que se trata de una consecuencia. El niño no lo hace aposta, simplemente, no lo puede controlar. No es un problema de comportamiento del niño.

La medicación no es útil. Solo necesitan más tiempo para madurar. Las redes cerebrales de los niños con TDAH maduran más tarde. Además, el TDAH se relaciona con un desequilibrio en neurotransmisores cerebrales, fundamentalmente con la dopamina y la adrenalina. En estos niños, estos nurotransmisores no se producen o no se captan con normalidad. La medicación va a ayudar a que este proceso se normalice.

Medicación sí o medicación no. A veces nos planteamos la medicación en términos de blanco o negro, sí o no. La realidad es que va a depender de cada niño, de las dificultades que tenga y del grado de estas dificultades. Cuando pensamos en el TDAH se suele pensar en un niño muy activo, pero estos niños pueden tener muchas dificultades para concentrarse, para recordar instrucciones, para inhibir sus impulsos, para relacionarse con los demás, para madurar al mismo ritmo que sus iguales, para desarrollar su psicomotricidad, etc. Las dificultades que pueden sufrir son amplias y variadas y cada niño sufrirá unas y en grado diferente. Lo importante es definir qué necesita cada niño y realizar un seguimiento de su evolución para ajustar las respuestas a sus necesidades cambiantes.

 

Andrea Romero